sábado, 24 de octubre de 2015

YO NO LO SÉ DE CIERTO

Yo no lo sé de cierto, pero supongo 
que una mujer y un hombre 
algún día se quieren, 
se van quedando solos poco a poco, 
algo en su corazón les dice que están solos, 
solos sobre la tierra se penetran, 
se van matando el uno al otro. 

Todo se hace en silencio. Como 
se hace la luz dentro del ojo. 
El amor une cuerpos. 
En silencio se van llenando el uno al otro. 

Cualquier día despiertan, sobre brazos; 
piensan entonces que lo saben todo. 
Se ven desnudos y lo saben todo. 

(Yo no lo sé de cierto. Lo supongo) 

TENGO OJOS...

Tengo ojos para ver en esta noche
algo de lo que soy, tengo el oído oyendo.
Estoy en este cuarto, están mis sueños.

Detrás de cada sombra hay algo mío.
Sentado en cada silla hay uno, obscuro,
y a mis pies, en la cama, me están viendo.
Creo que son como yo, llevan mi nombre,
y salen de las cosas como espejos.

Hace ya mucho tiempo
que no nos congregábamos.
Ahora los aposento
humildemente,
les doy mi cuerpo.

Me reúno en la noche, abro mis ojos,
los mojo de esta obscuridad con sueño.
Solo mi corazón sobre la sábana
queda latiendo.

SOY MI CUERPO

Soy mi cuerpo. Y mi cuerpo está triste y está cansado. Me dispongo a dormir una semana, un mes; no me hablen.

Que cuando abra los ojos hayan crecido los niños y todas las cosas sonrían.

Quiero dejar de pisar con los pies desnudos el frío. Échenme encima todo lo que tenga calor, las sábanas, las mantas, algunos papeles y recuerdos, y cierren todas las puertas para que no se vaya mi soledad.

Quiero dormir un mes, un año, dormirme. Y si hablo dormido no me hagan caso, si digo algún nombre, si me quejo. Quiero que hagan de cuenta que estoy enterrado, y que ustedes no pueden hacer nada hasta el día de la
resurrección.

Ahora quiero dormir un año, nada más dormir.

SITIO DE AMOR

Sitio de amor, lugar en que he vivido
de lejos, tú, ignorada,
amada que he callado, mirada que no he visto,
mentira que me dije y no he creído:
en esta hora en que los dos, sin ambos,
a llanto y odio y muerte nos quisimos,
estoy, no sé si estoy, ¡si yo estuviera!,
queriéndote, llorándome, perdido.

          (Esta es la última vez que yo te quiero.
          En serio te lo digo.)

Cosas que no conozco, que no he aprendido,
contigo, ahora, aquí, las he aprendido.

En ti creció mi corazón.
En ti mi angustia se hizo.
Amada, lugar en que descanso,
silencio en que me aflijo.

          (Cuando miro tus ojos 
          pienso en un hijo.)

Hay horas, horas, horas, en que estás tan ausente
que todo te lo digo.

Tu corazón a flor de piel, tus manos,
tu sonrisa perdida alrededor de un grito,
ese tu corazón de nuevo, tan pobre, tan sencillo,
y ese tu andar buscándome por donde yo no he ido:
todo eso que tu haces y no haces a veces
es como para estarse peleando contigo.

Niña de los espantos, mi corazón caído,
ya ves, amada, niña, que cosas digo.

SIEMPRE FUI MI PENE

Siempre fui mi pene, Dios mío,
siempre fui el pedazo de mi carne
que entraba en las mujeres,
que me hacía hombre, conocedor del mundo,
propietario de la vida y de la muerte.
¿Por qué me disminuyes?
Yo no quiero aprender de tu sabiduría.
Yo quiero el falo erecto, pero erecto,
para entrar a la hora precisa
en el dulce terrón de la tierra dulce.
¡Concédeme vivir entero
hasta los ochenta!

SI ME DEJAS...

Si me dejas arrancarte los ojos, amor mío, me harías feliz.
    Quisiera quemarte el corazón, sellarte la memoria.
    No quiero que me ames. Quiero dejarte la boca para que me hables y para que me beses. Y todo lo demás de tu cuerpo, que es delicioso.

REENCUENTRO

las muelas que me extrajeron. Tengo, de pronto, la dentadura completa, el alma completa.
    ¡Qué alegría de ser otra vez inocente! Poder amar como arar, ¡qué simpleza! ¡Poder gritar de amor, poder llorar, poder guardar silencio!
    Hacía tiempo (quién sabe cuánto tiempo) que no abría los ojos. Y ahora me siento más fuerte, más desvalido que nunca, que nadie.

LA LUNA

La luna se puede tomar a cucharadas
o como una cápsula cada dos horas. 
Es buena como hipnótico y sedante
y también alivia
a los que se han intoxicado de filosofía
Un pedazo de luna en el bolsillo
es el mejor amuleto que la pata de conejo: 
sirve para encontrar a quien se ama, 
para ser rico sin que lo sepa nadie
y para alejar a los médicos y las clínicas. 
Se puede dar de postre a los niños
cuando no se han dormido, 
y unas gotas de luna en los ojos de los ancianos
ayudan a bien morir.

Pon una hoja tierna de la luna
debajo de tu almohada
y mirarás lo que quieras ver. 
Lleva siempre un frasquito del aire de la luna 
para cuando te ahogues, 
y dale la llave de la luna 
a los presos y a los desencantados. 
Para los condenados a muerte 
y para los condenados a vida 
no hay mejor estimulante que la luna 
en dosis precisas y controladas.

PEATÓN

Se dice, se rumora, afirman en los salones, en las fiestas, alguien o algunos enterados, que Jaime Sabines es un gran poeta. O cuando menos un buen poeta. O un poeta decente, valioso. O simplemente, pero realmente, un poeta.

Le llega la noticia a Jaime y éste se alegra: ¡qué maravilla! ¡Soy un poeta! ¡Soy un poeta importante! ¡Soy un gran poeta!

Convencido, sale a la calle, o llega a la casa, convencido. Pero en la calle nadie, y en la casa menos: nadie se da cuenta de que es un poeta. ¿Por qué los poetas no tienen una estrella en la frente, o un resplandor visible, o un rayo que les salga de las orejas?

¡Dios mío!, dice Jaime. Tengo que ser papá o marido, o trabajar en la fábrica como otro cualquiera, o andar, como cualquiera, de peatón.

¡Eso es!, dice Jaime. No soy un poeta: soy un peatón.

Y esta vez se queda echado en la cama con una alegría dulce y tranquila.

DILUVIO

El cuerpo mantiene la memoria de la sal, del agua, de la harina. (Siempre será un consuelo ver jugar a los niños en las resbaladillas, o a los adultos en las casas de juego.)
    Lo lógico es que llueva de esta manera. ¿Para qué quiere el desierto que llueva? La arena del desierto es hidrófoba, igual que los perros rabiosos que se mueren libres.
    Si sigue lloviendo de este modo, habrá que construir un submarino atómico: poner en él un macho y una hembra de cada especie lunar.

DEL ADIÓS

No se dice.
Acude a nuestros ojos,
a nuestras manos, tiembla, se resiste.
Dices que esperas —te esperas— desde entonces,
y sabes que el adiós es inútil y triste.

DE LA ILUSIÓN

Escribiste en la tabla de mi corazón:
desea.
Y yo anduve días y días
loco y aromado y triste.

DE LA MUERTE

Enterradla
Hay muchos hombres quietos, bajo tierra,
que han de cuidarla.
No la dejéis aquí,
Enterradla.

CON GANAS DE LLORAR

Con ganas de llorar, casi llorando,
traigo a mi juventud, sobre mis brazos,
el paño de mi sangre en que reposa
mi corazón esperanzado.

Débil aquí, convaleciente, extraño,
sordo a mi voz, marcado
con un signo de espanto,
llego a mi juventud como las hojas
que el viento hace girar alrededor del árbol.

Pocas palabras aprendí
para decir el raro
suceso de mi estrago:
sombra y herida,
lujuria, sed y llanto.

Llego a mi juventud y me derramo
de ella como un licor airado,
como la sangre de un hermoso caballo
como el agua en los muslos
de una mujer de muslos apretados.

Mi juventud no me sostiene, ni sé yo
lo que digo y lo que callo.
Estoy en mi ternura
lo mismo que en el sueño están los párpados,
y si camino voy como los ciegos
aprendiéndole todo por sus pasos.

Dejadme aquí. Me alegro. Espero algo.
No necesito más que un alto
sueño, y un incesante fracaso.

CANTEMOS AL DINERO

Cantemos al dinero
con el espíritu de la navidad cristiana.
No hay nada más limpio que el dinero,
ni más generoso, ni más fuerte.
El dinero abre todas las puertas;
es la llave de la vida jocunda,
la vara del milagro,
el instrumento de la resurrección.
Te da lo necesario y lo innecesario
el pan y la alegría.
Si tu mujer está enferma puedes curarla,
si es una bestia puedes pagar para que la maten.
El dinero te lava las manos
de la injusticia y el crimen,
te aparta del trabajo,
te absuelve de vivir.
Puedes ser como eres con el dinero en la bolsa,
el dinero es la libertad.
Si quieres una mujer y otra y otra, cómpralas,
si quieres una isla, cómprala,
si quieres una multitud, cómprala.
(Es el verbo más limpio de la lengua: comprar.)
Yo tengo dinero quiere decir me tengo.
Soy mío y soy tuyo
en este maravilloso mundo sin resistencias.
Dar dinero es dar amor.

¡Aleluya, creyentes,
uníos en la adoración del calumniado becerro de oro
y que las hermosas ubres de su madre nos amamanten!

BOCA DEL LLANTO

Boca del llanto, me llaman
tus pupilas negras,
me reclaman. Tus labios
sin ti me besan.
¡Cómo has podido tener
la misma mirada negra
con esos ojos
que ahora llevas!

Sonreíste. ¡Que silencio,
qué falta de fiesta!
¡Cómo me puse a buscarte
en tu sonrisa, cabeza
de tierra,
labios de tristeza!

No lloras, no llorarías
aunque quisieras;
tienes el rostro apagado
de las ciegas.

Puedes reír. Yo te dejo
reír, aunque no puedas.

BAJO MIS MANOS CRECE...

Bajo mis manos crece, dulce, todas las noches. Tu vientre suave, manso, infinito. Bajo mis manos que pasan y repasan midiéndolo, besándolo, bajo mis ojos que lo quedan viendo toda la noche. 

Me doy cuenta de que tus pechos crecen también, llenos de ti, redondos y cayendo. Tú tienes algo. Ríes, miras distinto, lejos. 

Mi hijo te está haciendo más dulce, te hace frágil. Suenas como la pata de la paloma al quebrarse. 

Guardadora, te amparo contra todos los fantasmas, te abrazo para que madures en paz.

AHORA PUEDO HACER LLOVER...

Ahora puedo hacer llover,
enderezar las ramas torcidas,
levantar a los muertos.
Hágase la luz, digo,
y toda la ciudad se ilumina.
¡Qué fácil es ser Dios!

A MEDIA NOCHE...

A medianoche, a punto de terminar agosto, pienso con tristeza en las hojas que caen de los calendarios incesantemente. Me siento el árbol de los calendarios.

Cada día, hijo mío, que se va para siempre, me deja preguntándome: si es huérfano el que pierde un padre, si es viudo el que ha perdido la esposa, ¿cómo se llama el que pierde un hijo?, ¿cómo, el que pierde el tiempo? Y si yo mismo soy el tiempo, ¿cómo he de llamarme, si me pierdo a mí mismo?

El día y la noche, no el lunes ni el martes, ni agosto ni septiembre; el día y la noche son la única medida de nuestra duración. Existir es durar, abrir los ojos y cerrarlos.

A estas horas, todas las noches, para siempre, yo soy el que ha perdido el día. (Aunque sienta que, igual que sube la fruta por las ramas del durazno, está subiendo, en el corazón de estas horas, el amanecer.)

A ESTAS HORAS, AQUÍ

Habría que bailar ese danzón que tocan en el cabaret de abajo,
dejar mi cuarto encerrado
y bajar a bailar entre borrachos.
Uno es un tonto en una cama acostado,
sin mujer, aburrido, pensando,
sólo pensando.
No tengo "hambre de amor", pero no quiero
pasar todas las noches embrocado
mirándome los brazos,
o, apagada la luz, trazando líneas con la luz del cigarro.
Leer, o recordar,
o sentirme tufos de literato,
o esperar algo.
Habría que bajar a una calle desierta
y con las manos en la bolsas, despacio,
caminar con mis pies e irles diciendo:
uno, dos, tres, cuatro...
Este cielo de México es oscuro,
lleno de gatos,
con estrellas miedosas
y con el aire apretado.
(Anoche, sin embargo, había llovido
y era fresco, amoroso, delgado.)
Hoy habría que pasármela llorando
en una acera húmeda, al pie de un árbol,
o esperar un tranvía escandaloso
para gritar con fuerzas, bien alto.
Si yo tuviera un perro podría acariciarlo.
Si yo tuviera un hijo le enseñaría mi retrato
o le diría un cuento
que no dijera nada, pero que fuera largo.
Yo ya no quiero, no, yo ya no quiero
seguir todas las noches vigilando
cuándo voy a dormirme, cuándo.
Yo lo que quiero es que pase algo,
que me muera de veras
o que de veras esté fastidiado,
o cuando menos que se caiga el techo
de mi casa un rato.

La jaula que me cuente sus amores con el canario.
La pobre luna, a la que todavía le cantan los gitanos,
y la dulce luna de mi armario,
que me digan algo,
que me hablen en metáforas, como dicen que hablan,
este vino es amargo,
bajo la lengua tengo un escarabajo.

¡Qué bueno que se quedara mi cuarto
toda la noche solo,
hecho un tonto, mirando!

lunes, 19 de octubre de 2015

BIOGRAFÍA - JAIME SABINES

(Tuxtla Gutiérrez, México, 1926 - Ciudad de México, 1999) Poeta mexicano. En el horizonte de la penúltima poesía mexicana, la figura de Jaime Sabines se levanta como un exponente de difícil clasificación. Alejado de las tendencias y los grupos intelectuales al uso, ajeno a cualquier capilla literaria, fue un creador solitario y desesperanzado cuyo camino se mantuvo al margen del que recorrían sus contemporáneos. Hay en su poesía un poso de amargura que se plasma en obras de un violento prosaísmo, expresado en un lenguaje cotidiano, vulgar casi, marcado por la concepción trágica del amor y por las angustias de la soledad. Su estilo, de una espontaneidad furiosa y gran brillantez, confiere a su poesía un poder de comunicación que se acerca, muchas veces, a lo conversacional, sin desdeñar el recurso a un humor directo y contundente.

Nacido en la localidad de Tuxtla Gutiérrez, capital del Estado de Chiapas, el 25 de marzo de 1926, tras sus primeros estudios, que realizó en el Instituto de Ciencias y Artes de Chiapas, se trasladó a Ciudad de México e ingresó en la Escuela Nacional de Medicina (1945), donde permaneció tres años antes de abandonar la carrera. Cursó luego estudios de lengua y literatura castellana en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México, y fue becario especial del Centro Mexicano de Escritores, aunque no consiguió grado académico alguno.
En 1952 regresó a Chiapas; residió allí durante siete años, el primero de ellos consagrado a la política y los demás trabajando como vendedor de telas y confecciones. En 1959, tras conseguir el premio literario que otorgaba el Estado, Sabines comenzó a cultivar seriamente la literatura. Tal vez por influencia de su padre, el mayor Sabines, un militar a quien dedicó algunas de sus obras, y, pese al evidente pesimismo que toda su producción literaria respira, Jaime Sabines participó de nuevo y repetidas veces en la vida política nacional; en 1976 fue elegido diputado federal por Chiapas, su estado natal, cargo que ostentó hasta 1979. Y en 1988 se presentó y salió elegido de nuevo, pero esta vez por un distrito de la capital federal.
Compaginar esta actividad política, que parece exigir cierta disciplina ideológica y un proyecto colectivo de futuro, había de ser difícil para un hombre como el que nos revela sus escritos, autor de una obra marcada por el pesimismo y por una actitud descreída y paradójicamente confesional, imbuida de una concepción trágica del amor y transida por las angustias de la soledad. Su poesía se apartó del vigente "estado de cosas", se mantuvo al margen de las actividades y tendencias literarias, tal vez porque su dedicación profesional al comercio le permitió prescindir del mundillo y los ambientes literarios.
Su primer volumen de poesías, Horal, publicado en 1950, permitía ya adivinar las constantes de una obra que destaca por una intensa sinceridad, escéptica unas veces, expresionista otras, y cuya transmisión literaria se logra a costa incluso del equilibrio formal. No es difícil suponer así que la poesía de Sabines está destinada a ocupar en el panorama literario mexicano un lugar mucho mayor del que hasta hoy se le ha concedido, especialmente por su rechazo de lo "mágico", que ha informado la creación al uso en las últimas décadas, pero también por su emocionada y clara expresividad. Este rechazo se hace evidente en el volumen Recuento de poemas, publicado en 1962 y que reúne sus obras La señal (1951), Adán y Eva (1952),Tarumba (1956), Diario, semanario y poemas en prosa (1961) y algunos poemas que no habían sido todavía publicados.
En 1965, la compañía discográfica Voz Viva de México grabó un disco con algunos poemas de Sabines con la propia voz del autor. Sabines reforzó su figura de creador pesimista, su tristeza frente a la obsesiva presencia de la muerte; pero se advierte luego una suerte de reacción, aunque empapada en lúgubre filosofía, cuando canta al amor en Mal tiempo (1972), obra en la que esboza un "camino más activo y espléndido", fundamentado en el ejercicio de la pasividad; un camino que lo lleva a descubrir que "lo extraordinario, lo monstruosamente anormal es esta breve cosa que llamamos vida". Pese a una cierta reacción que lo aleja un poco de su primer y profundo pesimismo, sus versos repletos de símbolos que se encadenan sin solución de continuidad están transidos de una dolorosa angustia.Con un estilo que no teme la vulgaridad ni rechaza las tradiciones, la sabrosa y cordial poesía de Sabines puede también tomar un mayor vuelo, como se puso de manifiesto en el ambicioso proyecto Algo sobre la muerte del mayor Sabines(1973), un poema casi narrativo en el que el padre del poeta se constituye en protagonista del mundo y de la vida. Vinieron luego Nuevo recuento de poemas(1977), otro volumen antológico que recoge el material anterior, y Poemas sueltos(1983). Todos estos textos, así como una segunda parte de Algo sobre la muerte del mayor Sabines, fueron recogidos en la edición de 1987 de Nuevo recuento.
Traducida a varias lenguas, su obra fue galardonada con varios premios como el de literatura otorgado por el gobierno del Estado de Chiapas (1959), el Xavier Villaurrutia, instituido en honor del gran escritor mexicano (1972) y el Elías Sourasky de 1982. En 1983 recibió el Premio Nacional de las Letras. Sus últimos años estuvieron marcados por una larga lucha contra el cáncer.
Los versos de Sabines son directos y transparentes, y aunque no desdeña el refinamiento de la poesía culta, su estilo se inclina más hacia lo conversacional. Ello le ganó el favor del gran público, que se hizo patente sobre todo durante las dos últimas décadas de su vida. El autor utiliza un lenguaje cotidiano y sin adornos para crear composiciones que se colocan más cerca de los sentimientos que de la razón. Poeta del diario vivir, contempla con perplejidad y desde la más rigurosa terrenalidad el fenómeno del amor y el absurdo de la muerte.

OTRO POEMA SUELTO(¿NOCTURNO?)



 Si te despiertas a las dos, ahogándote con tu propia saliva, y das un brinco
 en la angustia y jalas aire desesperadamente, mortalmente, y vuelves a la
 vida, no al sueño, porque ya no puedes dormir, y te quedas pensando como
 una hoja piensa en el viento, y te acuerdas de Poe, que dicen que murió de
su propio vómito en una borrachera, en una madrugada, en una calle, solo,
 ahogándose, el pobre de Edgar Allan Tremens, agarrándose el cuello,
 crispándose todito, dando el zapotazo con la cabeza sobre el pavimento; te
 levantas, te sientas a la orilla de la cama, sientes frío, te cierras bien el
suéter, te vas a la cocina, haces café, estás agradecido.

Sobre el refrigerador la pecera vacía ya no tiene al príncipe encantado, o
la princesa, que dormía con los ojos abiertos en el agua. Recuerdas cómo
abría su boca para pedirte alimento o para contarte su silenciosa historia.
Amaneció flotando un día, como un pez de colores, y fue depositado bajo
las yerbas del jardín para que lenta, verde agua, se evaporara.

 Sólo “Pujitos” y las moscas, el perrito lanudo mueve la cola, de
 despereza, se aproxima, te pide su salida a la calle, pero comprende que es
de noche y vuelve a echarse. El gato no se molesta y sigue durmiendo con
 sus tres niños de pecho que la semana pasada, de pronto, lo hicieron gata.
Se asoman las mujeres que perdiste, las que te
 engañaron, aquella que te dijo “yo soy tu harén”.

Habías visto en la oscuridad los dos féretros en la misma tumba, el rostro
 quebrado de tu hijo, y ahora, la reciente, ¿cómo se estará cocinando en su
 cajón la dulce, la pensativa Rosario?
 Las elecciones, la televisión, los poetas, los macheteros de la fábrica, la
 operación de Julio, habrá tiempo para dormir, las palabras, las imágenes.
 Un coche escandaliza, pasa, ladran, dejan limpio el silencio. ¡Al abordaje,
 pues: las sábanas!

OTROS POEMAS SUELTOS(CABALLOS DE FUERZA)



 Acabo de estrenar un coche de lujo. Nunca en mi vida había tenido sino
 pequeños carros, modesto, mediocres, más bien pobres instrumentos de trabajo.

Estuve alegre ayer todo el día, como cuando tuve bicicleta a los once
años.
 ¿Qué simbiosis se establece entre el objeto y uno mismo? ¿Por qué la
 posesión de lo superfluo enaltece el ánimo como una conquista?
 Con sus 240 caballos de fuerza parece que aumentara la fuerza de uno
 mismo, su capacidad de acción, su poderío.
Mi mujer y mis hijos están felices también. Nos hemos paseado de un lado
 al otro admirando su vestidura impecable, su palanca al piso, el espejo
 lateral que se mueve desde dentro y tantas preciosidades que lo hacen
distinto.
 ¡Dios mío!, me pregunto, ¿esto es lo que llaman enajenación?, ¿o es el
 principio de mi decadencia?
 Bueno, me digo, consolándome: todavía me faltan dos años para pagarlo.

OTROS POEMAS SUELTOS(ACTUALIDAD)



 Parece que la cantidad determina la cualidad. Esto es asombroso. Dicen, los
que saben, que el número de partículas (protones, electrones, etc.) en el
núcleo de un átomo (¿cuál núcleo?) define elementos distintos, con
características propias e inconfundibles.

 El agua, el agua oxigenada, el agua pesada, y las aguas que inventen, no
 son más que el agua golpeada, disminuida o aumentada al gusto.
Las familias del yodo o del mercurio, del bario o del estroncio, serán infinitas.
 Lo empezamos a ver con el uranio, lo seguiremos viendo con el elemento
dos mil. Todo es cuestión de número, de más o menos equis, de más o de
 menos.

 El ajedrez es infinito. La ética se ha de resolver por las matemáticas.
Hombre bueno es aquel que tiene más elementos yo que sé. Dios es
 equilibrado, neutro. Cero igual a cero: Dios.
 Hay que aprender a sumar las grandes cantidades de materia
y antimateria, de cuerpos y anticuerpos, para entender. O para vacunarnos.

OTROS POEMAS SUELTOS(SÍSIFO)


Voló desde su vida apacible hacia la luz recién encendida y su cadáver
minúsculo cayó sobre esta hoja de papel en que escribo.
 Retiré la taza de café pensando que su contacto en mis labios sería
 molesto, y que una lluvia de meteoritos invisibles podría empezar a
 descender desde el foco, por los espacios siderales, hasta la mesa.
De pronto el cadáver se agitó, dio vueltas torpemente, movió las alas cada
vez más ligeras, y emprendió el vuelo de retorno. ¡Qué alivio y qué alegría!
Sísifo de la luz, lo vi ascender en giros concentrados, veloz y decidido, hacia
la gloria abundante de un nuevo encuentro con la muerte.

OTROS POEMAS SUELTOS(AHORA)






Lo único que he aprendido - después de tanta sabiduría que tengo - es a
quedarme quieto.
 No moverse ¡qué vértigo!
Viene un obús, un coche, un trailer, un ferrocarril, una montaña
 a aplastarte: ¡quédate quieto!

OTROS POEMAS SUELTOS(TU NOMBRE)




Trato de escribir en la obscuridad tu nombre. Trato de escribir que te amo.
 Trato de decir a oscuras esto. No quiero que nadie se entere, que nadie me
mire a las tres de la mañana paseando de un lado a otro de la estancia,
 loco, lleno de ti, enamorado. Iluminado, ciego, lleno de ti, derramándote.
 Digo tu nombre con todo el silencio de la noche, lo grita mi corazón amordazado.
Repito tu nombre, vuelvo a decirlo, lo digo incansablemente, y estoy seguro que habrá de amanecer.

OTROS POEMAS SUELTOS(PENSÁNDOLO BIEN)





 Me dicen que debo hacer ejercicios para adelgazar,
 que alrededor de los 50 son muy peligrosos la grasa y el cigarro,
que hay que conservar la figura
 y dar la batalla al tiempo, a la vejez.

 Expertos bien intencionados y médicos amigos
 e recomiendan dietas y sistemas
 para prolongar la vida unos años más.

Lo agradezco de todo corazón, pero me río
de tan vanas recetas y tan escaso afán.
 (La muerte también ríe de todas estas cosas.)

 La única recomendación que considero seriamente
 es la de buscar mujer joven para la cama
porque a estas alturas
la juventud sólo puede llegarnos por contagio.

OTROS POEMAS SUELTOS (EL PEATÓN)




Se dice, se rumora, afirman en los salones, en las fiestas,
 alguien o algunos enterados, que Jaime Sabines es un gran poeta. O cuando menos un buen poeta. O un poeta decente, valioso. O simplemente, pero realmente, un poeta. Le llega la noticia a Jaime y éste se alegra: ¡qué maravilla! ¡Soy un poeta! ¡Soy un poeta importante! ¡Soy un gran poeta! Convencido, sale a la calle, o llega a la casa, convencido. Pero en la calle nadie, y en la casa menos: nadie se da cuenta de que es un poeta. ¿Por qué los poetas no tienen una estrella en la frente, o un resplandor visible, o un rayo que les salga de las orejas? ¡Dios mío!, dice Jaime. Tengo que ser papá o marido, o trabajar en la fábrica como otro cualquiera, o andar, como cualquiera, de peatón. ¡Eso es!, dice Jaime. No soy un poeta: soy un peatón. Y esta vez se queda echado en la cama con una alegría dulce y tranquila.

ALGO SOBRE LA MUERTE DEL MAYOR SABINES (1973) - Segunda parte


SEGUNDA PARTE 

Mientras los niños crecen, tú, con todos los muertos, poco a poco te acabas. Yo te he ido mirando a través de las noches por encima del mármol, en tu pequeña casa. Un día ya sin ojos, sin nariz, sin orejas, otro día sin garganta, la piel sobre tu frente agrietándose, hundiéndose, tronchando obscuramente el trigal de tus canas. Todo tú sumergido en humedad y gases haciendo tus deshechos, tu desorden, tu alma, cada vez más igual tu carne que tu traje, más madera tus huesos y más huesos las tablas. Tierra mojada donde había tu boca, aire podrido, luz aniquilada, el silencio tendido a todo tu tamaño germinando burbujas bajo las hojas de agua. (Flores dominicales a dos metros arriba te quieren pasar besos y no te pasan nada.) 

III 
Sigue el mundo su paso, rueda el tiempo y van y vienen máscaras. Amanece el dolor un día tras otro, nos rodeamos de amigos y fantasmas, parece a veces que un alambre estira la sangre, que una flor estalla, que el corazón da frutas, y el cansancio canta. Embrocados, bebiendo en la mujer y el trago, apostando a crecer como las plantas, fijos, inmóviles, girando en la invisible llama. Y mientras tú, el fuerte, el generoso, el limpio de mentiras y de infamias, guerrero de la paz, juez de victorias H cedro del Líbano, robledal de Chiapas H te ocultas en la tierra, te remontas a tu raíz, obscura y desolada. 

IV 
Un año o dos o tres, te da lo mismo. ¿Cuál reloj en la muerte?, ¿qué campana incesante, silenciosa, llama y llama? ¿qué subterránea voz no pronunciada? ¿qué grito hundido, hundiéndose, infinito de los dientes atrás, en la garganta aérea, flotante, pare escamas? ¿Para esto vivir? ¿para sentir prestados los brazos y las piernas y la cara, arrendados al hoyo, entretenidos los jugos en la cáscara? ¿para exprimir los ojos noche a noche en el temblor obscuro de la cama, remolino de quietas transparencias, descendiendo de la náusea? ¿Para esto morir? ¿para inventar el alma, el vestido de Dios, la eternidad, el agua del aguacero de la muerte, la esperanza? ¿morir para pescar? ¿para atrapar con su red a la araña? Estás sobre la playa de algodones y tu marea de sombras sube y baja.