lunes, 19 de octubre de 2015

MAL TIEMPO (1972) - Doña Luz


DOÑA LUZ 
IV 
Creo que estuvo en la tierra algunos años. Creo que yo también estuve en
 la tierra. ¿Cuál es esa frontera?, ¿qué es lo que ahora nos separa? ¿nos separa 
realmente? 
A veces creo escucharla: tú eres el fantasma, tú la sombra. Sueña que 
vives, hijo, porque es hermoso el sueño de la vida.

En un principio, con el rencor de su agonía, no podía dormir. Tercas, 
dolorosas imágenes repetían su muerte noche a noche. Eran mis ojos sucios, 
lastimados de verla; el tiempo del sobresalto y de la angustia. ¡Qué infinita
 caídas agarrado a la almohada, la oscuridad girando, la boca seca, el 
espanto! 

Pero una vez, amaneciendo, la luz indecisa en las ventanas, pasó su mano 
sobre mi rostro, cerró mis ojos.
 ¡Qué confortablemente ciego estoy de ella! ¡Qué bien me alcanza su ternura! 
¡Qué grande ha de ser su amor que meda su olvido!

VII 
De repente, qué pocas palabras quedan: amor y muerte. 
Pájaros quemados aletean en las entrañas de uno. 
Dame un golpe, despiértame. 
Dios mío, ¿qué Dios tienes tu? ¿quién es tu Dios padre, tu Dios abuelo? 
¡Que desamparado ha de estar el Dios primero, el último! 

Sólo la muerte se basta a sí misma. Se alimenta de sus propios excrementos.
 Tiene los ojos encontrados, mirándose entre sí, perpetuamente. 
¡Y el amor! El amor es el aprendizaje de la muerte.

XI 
Dame la mano, o cógete del brazo, de mi brazo. Entra al coche. Te llevaré a 
dar el último paseo por el bosque. 
Querías vivir, lo supe. Insistías en que todo era hermoso, pero tu sangre 
caía como un muro vencido. Tus ojos se apagaban detrás de ti misma. 
cuando dijiste “volvamos” ya estabas muerta.
 ¡Qué dignidad, qué herencia! Nos prohíbes las lágrimas ahora. 
No nos queda otro remedio que ser hombres.

XVII
 Lloverás en el tiempo de lluvia, 
harás calor en el verano, 
harás frío en el atardecer. 
Volverás a morir otras mil veces. 

Florecerás cuando todo florezca.
 No eres nada, nadie, madre.
De nosotros quedará la misma huella, 
la semilla del viento en el agua,
 el esqueleto de las hojas en la tierra. 
Sobre las rocas, el tatuaje de las sombras
 en el corazón de los árboles la palabra amor.

No somos nada, nadie, madre. 
Es inútil vivir 
pero es más inútil morir

XXIV 

Todo esto es un cuento, lo sabemos. He querido hacer un poema con tu 
muerte y he aquí que tengo la cabeza rota, las manos vacías. No hay poesía
 en la muerte. En la muerte no hay nada.

Tú me das el poema cuando te sientas a mi lado, cuando hablamos ¡En 
sueños! ¿No serán los sueños sólo la parte subterránea de este río que 
amanece cargado de esencias? ¿No serán el momento de conocer 
para siempre el corazón oculto de la tierra? 

¿Quién canta? El que lloró hace rato. ¿Quién va a vivir ahora? Los que 
estábamos muertos. 

El paralítico se levanta todos los días, a andar, mientras el ciego atesora
 la luz para siempre. 

Por eso el hambriento tiene el pan, y al amoroso no lo sacia la vida.

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