minúsculo cayó sobre esta hoja de papel en que escribo.
Retiré la taza de café pensando que su contacto en mis labios sería
molesto, y que una lluvia de meteoritos invisibles podría empezar a
descender desde el foco, por los espacios siderales, hasta la mesa.
De pronto el cadáver se agitó, dio vueltas torpemente, movió las alas cada
vez más ligeras, y emprendió el vuelo de retorno. ¡Qué alivio y qué alegría!
Sísifo de la luz, lo vi ascender en giros concentrados, veloz y decidido, hacia
la gloria abundante de un nuevo encuentro con la muerte.
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