lunes, 5 de octubre de 2015

DIARIO SEMINARIO Y POEMAS EN PROSA (1961) POEMA 2




A MEDIANOCHE, a punto de terminar agosto, pienso con tristeza en las
hojas que caen de los calendarios incesantemente. Me siento el árbol de
los calendarios.

Cada día, hijo mío, que se va para siempre, me deja preguntándome: si
es huérfano el que pierde un padre, si es viudo el que ha perdido la
esposa, ¿cómo se llama el que pierde un hijo?, ¿cómo, el que pierde el
tiempo? Y si yo mismo soy el tiempo, ¿cómo he de llamarme, si me
pierdo a mí mismo?

El día y la noche, no el lunes ni el martes, ni agosto ni septiembre; el
día y la noche son la única medida de nuestra duración. Existir es durar,
abrir los ojos y cerrarlos.

A estas horas, todas las noches, para siempre, yo soy el que ha perdido
el día. (Aunque sienta que, igual que sube la fruta por las ramas del
durazno, está subiendo, en el corazón de estas horas, el amanecer.)

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