XIV
Ah, tú, guardadora del mundo, dormida, preñada de la muerte, quieta.
¡Qué inútil es hablarte, hablarme!
Hombre solo soy, quedé. Quedé manco, podado; a mi mitad quedé.
Aquí me muero. Porque los ojos de la muerte me han visto y giran
alrededor cazándome, llevándome. Aquí me callo. De aquí no me
muevo
.XV
Bajo mis manos crece, dulce, todas las noches. Tu vientre manso,
suave, infinito. Bajo mis manos que pasan y repasan midiéndolo,
besándolo; bajo mis ojos que lo quedan viendo toda la noche.
Me doy cuenta de que tus pechos crecen también, llenos de ti,
redondos y cayendo. Tú tienes algo. Ríes, miras distinto, lejos.
Mi hijo te está haciendo más dulce, te hace frágil. Suenas como la
pata de la paloma al quebrarse.
Guardadora, te amparo contra todos los fantasmas; te abrazo para
que madures en paz.
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