lunes, 5 de octubre de 2015

LO PRIMERO QUE HAY QUE DECIR (Jaime Sabines)


es esta dulce, esta llorosa arena
cayendo de las manos,
este tiempo, estos días,
este fluir obscuro, inexorable,
y este bendito corazón profundo,
manantial de la muerte, y estos ojos
que no alcanzan a ver ya nada, nada.
¡Qué tristeza, qué fiesta,
qué soledad!
Nadie ha de verlo, nadie
al lugar de los árboles obscuros
podrá llegar; nadie a la espesa sombra
donde el agua flotante, inextinguible
extiende redes; nadie podrá hablar.
Hay un muerto que puede oír las voces de los que quiere.
Hay una isla a donde llegan pájaros y cartas.
Hay un cementerio de mujeres en un lugar de abril.
No puedo regresar.
Digo que ya no puedo regresar.


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